Sería una
necia si no reconociera los avances que las mujeres hemos conseguido a lo largo
de los años. A pesar de ser aun mucho menos visibles que el sexo contrario, es
cierto que los esfuerzos que se están haciendo a favor de nuestro
empoderamiento, van dando resultados.
Por eso, me
uno como no podía ser de otro modo a todos los movimientos “8 de marzo” a favor
de la mujer trabajadora.
Pero me vais a
permitir que desde nuestro humilde blog, mi escoba y yo rindamos homenaje a un
tipo especial de mujer. A esa que no ha dejado de trabajar en toda su vida al
servicio de su casa y su familia. A la que ha cuidado día y noche de sus hijos,
ha preparado cientos de bocadillos y sonado millones de mocos, ha dejado su
vida en un segundo lugar porque lo más importante eran sus hijos, ha
administrado como nadie el dinero entraba en casa, conocía todas las tiendas
del barrio y sabía en cual “se compra más barato”, tenía un truco casero para
todas las dolencias ah!! y cocina como nadie…
Pero llega un
día en que todo eso cambia: los hijos se hacen mayores y se van. Su marido se
jubila y en la casa donde antes imperaba el ruido y el movimiento, ahora reina
casi siempre el silencio y los pasos de dos personas que a pesar de llevar
juntos “mil años” deben reinventar su relación porque se han quedado “él
para ella y ella para él”. Generalmente a la madre le duele más (el apego y la
dedicación hacia los hijos han sido el pilar de su identidad dentro del
matrimonio) y si al dolor por el nido vacío le añadimos el
cambio de circunstancia laboral del marido, la mujer se encuentra ante dos
nuevas situaciones a las que se debe adaptar…y no tiene ser fácil. Tampoco es
fácil para él, no cabe duda.
Ahora los dos
deben regularizar su nueva circunstancia, volver a encontrar un equilibrio y
aprender a vivir acompañados de las ausencias y de un sentimiento de soledad
que tardarán mucho tiempo en dejar atrás.
Creo que esta
es una situación que se da mucho y que no tiene apenas visibilidad. Creo que los hijos no somos muy conscientes de esto ya que la “vida nos lleva” y estamos demasiados ocupados con nuestro propio
proyecto vital (trabajo, pareja, reparto de funciones, estudios,
autodeterminación, hijos, culpas…) y que uff “bastante tenemos con lo nuestro,
mira si llevan toda la vida juntos, seguro que se acaban entendiendo”. Y así
pasan los días y los meses…y cuando hablamos con ellos pues no sacamos el tema
porque no tenemos respuestas…y porque no queremos escuchar para no sentirnos
culpables.
En fin, no me
gustaría estar hiriendo susceptibilidades, no os deis por aludidos si no es
vuestro caso, pero sé que muchos de los que sois hijos y os habéis marchado de
casa estaréis de acuerdo conmigo porque esto lo hemos hablado presencialmente cientos de veces…
Cuando en mi
primer post de julio hablaba de que con mi escoba quería barrer por esos
rincones que parece que siempre se nos olvidan, me refería a este tipo de
situaciones. Las que parece que no están, pero que son el “dolor” nuestro de
cada día.
Permitidme que
dedique este post personalmente a la mujer que nunca se va a acostumbrar a que
me haya ido.
Gracias por
todo mi querida Aurora, ojala pudiera hacer que no te doliera…







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