Mi
escoba lleva casi un año trabajando en una residencia de mayores, eso a lo que
antes se le llamaba geriátrico y “más antes” asilo. Ya sabéis que mi escoba es
muy sensible y en muchas ocasiones no puede evitar “traerse el trabajo a casa”. A veces hablando de lo humano y lo
divino me cuenta muchas cosas de su resi y por eso yo ya sé algo de lo que es
la vida en un geriátrico. Sé, por ejemplo, que la vida allí no es fácil. Cuenta mi escoba que todos y cada uno de los
residentes viven esperando. Esperando a que vengan a verles, esperando al
fin de semana para salir con su familia, esperando a las vacaciones para que
vengan los nietos, esperando a que suene el teléfono para hablar con sus hijos,
esperando, esperando… y gestionar la espera no es fácil.
Cuando
uno lo ve desde fuera, no puede imaginar lo importante que para los residentes la visita y la compañía de su familia. A medida que pasa el tiempo sin que nadie les vea sus rostros
se vuelven más inexpresivos y sus ojos se pierden más en la distancia.
Mi escoba me contó que cuando la semana
pasada Bernardo se despidió de su hija con un gran abrazo y un sonoro beso,
éste se dirigió al comedor de la residencia con una gran sonrisa. Fue entonces
cuando una de las residentes, Juana, se le acercó y mirándole con una profunda
pena, le dijo:
-Dichoso tú que te quieren. A mi hace meses
que ninguno de mis hijos viene a verme.
Bernardo sonrió y le contestó:
-Cierto, mis hijos me quieren mucho y vienen
a verme casi cada tarde. Seguro que tus hijos también te quieren pero no
tendrán tiempo de venir…ya sabes, tendrán que trabajar y cuidar de sus familias.
-Seguramente sea eso, el trabajo, los niños…
Y con paso lento y la mirada perdida Juana
buscó la compañía de una de las auxiliares para ir al comedor. Mi escoba iba también por el pasillo y cuando llegó a su
altura, escuchó como Juana le preguntaba a la auxiliar que le acompañaba:
-¿Tienes hijos?
-Si, contestó la auxiliar. Dos niñas.
-¿Y las ves?
-Claro Juana, las veo todos los días. Son
pequeñas y aun viven conmigo.
-Dichosa tú que te quieren. A mi hace meses
que ninguno de mis hijos viene a verme…
-La auxiliar acarició con ternura la blanca
cabeza de Juana y en voz bajita le dijo: Seguro que tus hijos también te
quieren pero no tendrán tiempo de venir…ya sabes, tendrán que trabajar y cuidar
de sus familias.
Seguramente sea eso, el trabajo, los niños…Y
con paso lento y la mirada perdida Juana
y la auxiliar siguieron caminando hacia el comedor.
Creo
que a veces nos falta cierta sensibilidad con las personas que tenemos internas
en una residencia o que son mayores y viven solas. Es cierto que a los familiares en
muchas ocasiones nos falta tiempo hasta para respirar, pero es que a los
residentes lo que les sobra es tiempo, tiempo para esperar… No quiero con esto
hacer sentir mal a nadie pero mi escoba me asegura que cuando llegan las horas de las visitas,
las miradas de todos los residentes se clavan en la puerta de entrada…para ver
si hoy si, vienen a verles.




