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martes, 9 de octubre de 2012

Dichoso tu que te quieren


Mi escoba lleva casi un año trabajando en una residencia de mayores, eso a lo que antes se le llamaba geriátrico y “más antes” asilo.  Ya sabéis que mi escoba es muy sensible y en muchas ocasiones no puede evitar “traerse el trabajo a casa”. A veces  hablando de lo humano y lo divino me cuenta muchas cosas de su resi y por eso yo ya sé algo de lo que es la vida en un geriátrico.  Sé, por ejemplo, que la vida allí no es fácil. Cuenta mi escoba que todos y cada uno de los residentes viven esperando. Esperando a que vengan a verles, esperando al fin de semana para salir con su familia, esperando a las vacaciones para que vengan los nietos, esperando a que suene el teléfono para hablar con sus hijos, esperando, esperando… y gestionar la espera no es fácil.

Cuando uno lo ve desde fuera, no puede imaginar lo importante que para los residentes la  visita y la compañía de su familia. A medida que pasa el tiempo sin que nadie les vea sus rostros se vuelven más inexpresivos y sus ojos se pierden más en la distancia.

Mi escoba me contó que cuando la semana pasada Bernardo se despidió de su hija con un gran abrazo y un sonoro beso, éste se dirigió al comedor de la residencia con una gran sonrisa. Fue entonces cuando una de las residentes, Juana, se le acercó y mirándole con una profunda pena, le dijo:
-Dichoso tú que te quieren. A mi hace meses que ninguno de mis hijos viene a verme.
Bernardo sonrió y le contestó:
-Cierto, mis hijos me quieren mucho y vienen a verme casi cada tarde. Seguro que tus hijos también te quieren pero no tendrán tiempo de venir…ya sabes, tendrán que trabajar y cuidar de sus familias.
-Seguramente sea eso, el trabajo, los niños…

Y con paso lento y la mirada  perdida  Juana  buscó la compañía de una de las auxiliares  para ir al comedor. Mi escoba  iba también por el pasillo y cuando llegó a su altura, escuchó como Juana le preguntaba a la auxiliar que le acompañaba:

-¿Tienes hijos?

-Si, contestó la auxiliar. Dos niñas.

-¿Y las ves?

-Claro Juana, las veo todos los días. Son pequeñas y aun viven conmigo.

-Dichosa tú que te quieren. A mi hace meses que ninguno de mis hijos viene a verme…

-La auxiliar acarició con ternura la blanca cabeza de Juana y en voz bajita le dijo: Seguro que tus hijos también te quieren pero no tendrán tiempo de venir…ya sabes, tendrán que trabajar y cuidar de sus familias.

Seguramente sea eso, el trabajo, los niños…Y con paso lento y la mirada  perdida Juana y la auxiliar siguieron caminando hacia el comedor.

Creo que a veces nos falta cierta sensibilidad con las personas que tenemos internas en una residencia o que son mayores y viven solas. Es cierto que a los familiares en muchas ocasiones nos falta tiempo hasta para respirar, pero es que a los residentes lo que les sobra es tiempo, tiempo para esperar… No quiero con esto hacer sentir mal a nadie pero mi escoba me asegura  que cuando llegan las horas de las visitas, las miradas de todos los residentes se clavan en la puerta de entrada…para ver si hoy si, vienen a verles. 


martes, 29 de mayo de 2012

Tenga usted a su marido señora. Buenos días.


Entró por su pie para operarse de un cáncer de lengua. Todo iba bien hasta que algo se complicó y después de pasar por un infarto, un coma inducido y un mes en cuidados intensivos en el que casi cada día les decían que no lo iba a superar, hace tres días lo han subido a planta. A sus 80 años Candela, su esposa, se quiere morir.  Se quiere morir porque hoy le han dicho que a Pablo (el señor del cáncer), le mandan mañana para casa de momento y hasta que no coja fuerzas para valerse por si mismo, inválido.

Han vivido siempre en una casita de planta y piso con sus escaleras, sus puertas pequeñas, su baño reducido…

Cada noche, cuando Candela llega a su casa tras pasar todo el día en el hospital, se planta en la puerta de la que ha sido su casa durante más de 60 años…y llora. Llora porque sabe que Pablo no puede volver a esa casa tal como está (ni la silla cabe por las puertas, ni cabe en el baño, ni puede subir las escaleras para ir a la cama, ni un largo etcétera de cosas). Llora porque el dinero que tenían se lo han ido dando a sus cinco hijos y ahora si se meten en obras para adaptar la planta baja se van a quedar muy justitos de dinero. Porque no está preparada para dejar su casa y comenzar a vivir en otro entorno. Porque Pablo vuelve con el alta pero bien sabemos todos que a partir de ahora esto se convierte en un ir y venir de hospitales y ambulancias. Porque su compañero de vida cada día tiene menos ganas de seguir luchando. Porque después de criar a sus cinco hijos, cuidar a su madre hasta el final y también a su suegra, lejos de poder descansar ¡¡que tiene 80 años!! ahora va a tener que cuidar y ver como se apaga el hombre de su vida. Por todo eso llora…

En fin. Pero Candela tiene cinco hijos que se están dejando el alma buscando soluciones para la obra, para una estancia corta en algún sitio adaptado mientras dura la obra, alternativas para que no estén solos y alguien les ayude (los hijos viven fuera casi todos), soluciones económicas… Y los hijos dicen que no es fácil, que no están preparados para reaccionar tan rápidamente ante una situación que, aun sabiendo que tendría que llegar, como Pablo era de hierro y Candela de “otra pasta”, no era prioritaria. Hasta ahora.

Y a lo que voy: con lo difícil que les está resultando a los hijos encontrar soluciones y eso que es gente resolutiva y además están unidos, me pregunto como sería la situación si Candela estuviera sola. Si tuviera que afrontar esta situación sin ayuda.

“Tenga usted a su marido señora. Le damos de alta, buenos días”.  Glup…

Digo yo que los servicios sociales hubieran entrado en acción, pero claro para eso, alguien debe decirle a Candela que existe una cosa que son los servicios sociales ¿no?


Creo que ahora que estamos en nuestra mejor edad y que nunca vamos a ser más jóvenes pero si más viejos, mi chico y yo no sentaremos sin prisa pero sin pausa e iremos pensando en cómo vamos, logísticamente, a plantearnos nuestra edad dorada. Porque nosotros no tenemos cinco hijos que el día de mañana se desvivan por nosotros, ni cuatro, ni tres, ni dos. Tenemos uno que está buscando su camino o sea que, como para que se ponga a encontrar el nuestro.

Creo que casi todos, hasta mi escoba, tenemos una cuenta pendiente con nuestra propia vejez. No la preveemos.  Nos preocupamos demasiado por el futuro a corto plazo y nos olvidamos de qué tenemos que llegar a mayores y que cuando eso suceda, nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestra mente, no estará para obras…

Como decía el Principito, el de Saint Exupery, no el hijo de su majestad (el señor de los elefantes), vayamos preparando nuestro corazón para lo que venga.

domingo, 11 de marzo de 2012

Especial mujer para una mujer especial


Sería una necia si no reconociera los avances que las mujeres hemos conseguido a lo largo de los años. A pesar de ser aun mucho menos visibles que el sexo contrario, es cierto que los esfuerzos que se están haciendo a favor de nuestro empoderamiento, van dando resultados.
Por eso, me uno como no podía ser de otro modo a todos los movimientos “8 de marzo” a favor de la mujer trabajadora.

Pero me vais a permitir que desde nuestro humilde blog, mi escoba y yo rindamos homenaje a un tipo especial de mujer. A esa que no ha dejado de trabajar en toda su vida al servicio de su casa y su familia. A la que ha cuidado día y noche de sus hijos, ha preparado cientos de bocadillos y sonado millones de mocos, ha dejado su vida en un segundo lugar porque lo más importante eran sus hijos, ha administrado como nadie el dinero entraba en casa, conocía todas las tiendas del barrio y sabía en cual “se compra más barato”, tenía un truco casero para todas las dolencias ah!! y cocina como nadie…

Pero llega un día en que todo eso cambia: los hijos se hacen mayores y se van. Su marido se jubila y en la casa donde antes imperaba el ruido y el movimiento, ahora reina casi siempre el silencio y los pasos de dos personas que a pesar de llevar juntos “mil años” deben reinventar su relación porque se han quedado “él para ella y ella para él”. Generalmente a la madre le duele más (el apego y la dedicación hacia los hijos han sido el pilar de su identidad dentro del matrimonio) y si al dolor por el nido vacío le añadimos el cambio de circunstancia laboral del marido, la mujer se encuentra ante dos nuevas situaciones a las que se debe adaptar…y no tiene ser fácil. Tampoco es fácil para él, no cabe duda.

Ahora los dos deben regularizar su nueva circunstancia, volver a encontrar un equilibrio y aprender a vivir acompañados de las ausencias y de un sentimiento de soledad que tardarán mucho tiempo en dejar atrás.

Creo que esta es una situación que se da mucho y que no tiene apenas visibilidad. Creo que los hijos no somos muy conscientes de esto ya que la “vida nos lleva” y estamos demasiados ocupados con nuestro propio proyecto vital (trabajo, pareja, reparto de funciones, estudios, autodeterminación, hijos, culpas…) y que uff “bastante tenemos con lo nuestro, mira si llevan toda la vida juntos, seguro que se acaban entendiendo”. Y así pasan los días y los meses…y cuando hablamos con ellos pues no sacamos el tema porque no tenemos respuestas…y porque no queremos escuchar para no sentirnos culpables.

En fin, no me gustaría estar hiriendo susceptibilidades, no os deis por aludidos si no es vuestro caso, pero sé que muchos de los que sois hijos y os habéis marchado de casa estaréis de acuerdo conmigo porque esto lo hemos hablado presencialmente cientos de veces…

Cuando en mi primer post de julio hablaba de que con mi escoba quería barrer por esos rincones que parece que siempre se nos olvidan, me refería a este tipo de situaciones. Las que parece que no están, pero que son el “dolor” nuestro de cada día.

Permitidme que dedique este post personalmente a la mujer que nunca se va a acostumbrar a que me haya ido.

                     Gracias por todo mi querida Aurora, ojala pudiera hacer que no te doliera…



lunes, 1 de agosto de 2011

Elena que estas en los cielos...

No entiendo por qué Elena murió sola. Era viuda pero tenía dos hijos, dos nueras y cinco nietos/as de unos veintitantos años...aun así, murió en la residencia...sola.
Mis padres y otras dos vecinas del portal eran as unicas personas que iban a visitarle desde que dejó su casa para ingresar en una residencia de personas mayores.

Elena estaba perfectamente válida y autónoma cuando vivía en su casa pero eran ya 90 años y cada día estaba un poco más torpe. Mis padres llamaron a sus hijos varias veces (porque viven en otras comunidades)  para comunicarles que igual era bueno intervenir: solicitar una SAD (servicio de ayuda a domicilio), contratar los servicios de un profesional de acompañamiento y de cuidado...
Pero los hijos decidieron que lo mejor era internarla en una residencia y vender la casa para ir pagando las mensualidades...

El día que Elena salió con su hijo mayor a una residencia "para hacerle una revisión" ya no volvió a pisar su casa... qué poco podía ella imaginar que todas sus cosas, todos sus recuerdos, toda su vida se estaban quedando en una casa a la que ya no volvería...nunca.

Elena pasó los seis primeros meses diciendole a mi madre que estaba  en esa residencia "por una revisión" pero que en pocos días saldría, que se lo había dicho su hijo mayor.

Sé de primera mano que en los seis primeros meses de ingreso, los hijos vinieron a verle dos veces cada uno y tres de los nietos, una vez. Después ya no hubo más visitas. Incluso cuando la directora de la residencia llamó a los hijos para decirles que Elena se apagaba día a día,  no vinieron, bueno si, cuando la enterramos.

Creo que Elena empezó a dejarse morir cuando se convenció de que  "aquella revisión" era para siempre y que ya nunca saldría de aquella  residencia. Duro, medio año más y cada día fue más dependiente hasta que al final, le pasaron ya a la sala de los asistidos.
Elena agradecía mucho las visitas de mis padres y de las otras vecinas, el personal de la residencia era muy profesional tanto en el cuidado como en el trato,  Elena no podía estar en mejores manos...pero le faltaba lo que más ahelaba. Su casa y el cariño de sus hijos.

Como Elena, hay cientos de personas mayores que mueren solos cada día.“En España hay más de siete millones de personas de entre 60 y 90 años y, de ellas, 1,4 millones sufren ”.  Tambien hay cientos de mayores que sufren maltrato por sus cuidadores, cientos que son un cero a la izquierda...
Esto no me lo invento yo, es un hecho y los datos ahí están. http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Cerca/10000/ancianos/maltratados/Europa/dia/elpepusocsal/20110627elpepusoc_10/Tes

Pero tambien hay cientos de personas y de instituciones que cada día trabajan porque los mayores tenga una mayor calidad de vida, porque conserven su autonomía, porque no se les separe de su entorno y porque lleguen al final de sus días de una forma digna.

Vaya esta entrada de mi blog por la Elena que me enseño a coser y a hacer  una tartas de cafe que quitan el sentido, y permitidme que con mi escoba, le de unos cuantos "tas -tas" en el culo o donde caigan a cada uno de sus hijos, a cada una sus nueras y a cada uno de sus 5 nietos de veintitantos años...

Vaya tambien esta entrada de mi blog por todas esas personas que estan trabajando cada día porque el día de mañana tengamos TODOS una vejez mejor.