Recuerdo
que en las navidades de mi niñez yo no entendía por qué se mezclaban los
anuncios de los Reyes Magos diciendo que si habías sido bueno te traerían del
Corte Ingles todo lo que quisieras mientras que en otros te pedían dinero para
que los Reyes no dejaran sin regalo a los niños “del África”.
Yo me
pasaba todas las navidades intentando descubrir si es que el dinero de los
juguetes de los niños del mundo se financiaba con dinero común y no había para
todos (como pasa con todo lo común)…O es que el mundo era tan grande que hasta
sus Majestades de Oriente aún siendo mágicos no sabían dónde quedaba África. ¿Cómo
no iban a saberlo?
Luego tampoco
entendía por qué se olvidaban de entrar siempre en las casas de los mismos: en
las de los pobres y en las de los países menos desarrollados. ¿…………?
Y tampoco me
entraba en la cabeza como en una noche les daba tiempo a ir a todas y cada una
de las casas y a la vez dejar regalos, comer rosquillas y beber anís. (Por eso
no llegaban a África, era evidente)
De lo
único que estaba segura era de que entraban por Francia y luego se dividían en
tres grupos para repartir los juguetes geográficamente de arriba abajo del
siguiente modo: Gaspar la España de la derecha, Melchor la España del centro y
Baltasar la España de la izquierda. Luego se encontraban en Algeciras y pasaban
a Ceuta en ferry pero para entonces ya iban tan pimplaos con el anís que les
daba igual ir pá África que volver pá Cuenca.
Esta idea
del anís era la que más me convencía porque cuadraba perfectamente: las casas
en las que había muchos regalos era porque se habían confundido y habían dejado
los juguetes que no habían dejado en otras (que eran, insisto, las de los
pobres)
También me
parecía un trabajo enorme aquello de tener que leer todas las cartas y luego
clasificar todos los juguetes de todos los niños del mundo según continentes,
países, ciudades, pueblos, calles, casas, portales, pisos y destinatarios…por eso siempre les
perdonaba el que nunca me trajeran nada de lo que pedía.
En fin,
luego crecí, lo entendí y válgame Dios que me sentí más aliviada cuando todo
tuvo coherencia. Pero entonces dejé de estar confundida para estar triste. Era
menos doloroso que la culpa del caos juguetero la tuviera el anís y no que la
tuviéramos nosotros mismos y nuestro eterno ansia del tener y el poseer y el
ser más que el vecino…
De
antemano sé que mi petición no se va a cumplir. De antemano sé que muchos
muchos niños no van a tener juguetes ni en Papa Noel ni en Reyes ni en nada. A
no ser que los que podamos hagamos un acto (no de solidaridad sino de
responsabilidad) y de los juguetes que compremos, uno vaya a parar a la casa de
alguien que lo necesite más. Es tan fácil como no atiborrar a nuestros niños
con cientos de juguetes (que acaban por no valorar) o no comprar el juguete más
caro y más sofisticado que encontremos en el mercado (que igualmente acaban por
no valorar). Esto de la compra responsable de juguetes daría para otro post
(pero esto ya para otro día, que hoy el tema es otro).
“La compra de juguetes y la celebración de
comidas familiares son los dos aspectos del consumo navideño que mejor parecen
resistir la disminución de los presupuestos de los hogares para esta Navidad en
la que, tres de cada cuatro españoles, gastará menos por la crisis”.
Y digo yo
que si nos vamos a seguir gastando casi el mismo dinero en juguetes ¿por qué no
hacemos un acto solidario y en este año tan duro compartimos con los demás algo
de lo nuestro?
Para
ponérselo a todo el mundo más fácil, mi escoba y yo hemos buscado lugares donde
poder donar juguetes y hemos encontrado una página muy interesante que ofrece
mucha información. Yo desde mi humilde blog te animo a que si puedes, tengas un
pensamiento solidario y después hagas un acto responsable.
En fin, ha
llegado la hora de despedirme no sin antes aprovechar la ocasión para desearos
una feliz sociedad, que también acaba en
“dad”· como Navidad, pero no es lo mismo.
Ah!! os dejo también un vídeo muy chulo con un mensaje muy noble pero que de nuevo, promete lo que no puede cumplir...