domingo, 11 de enero de 2015

Ójala que nos sigamos conociendo...

 
“Feliz Navidad y ojala que nos sigamos conociendo”… salió del ascensor y cerró la puerta con una sonrisa.

Mi escoba que es muy quisquillosa y muy muy criticona me miró sonriendo y me dijo: jo, como está el patio. Será feliz Navidad y ojala que nos sigamos viendo.

Yo también sonreí pero no dije nada. Mi cabeza estaba en las lentejas que me había dejado al fuego  y lo mismo hasta se nos habían pegado y comíamos porras.

Afortunadamente comimos lentejas. (que después de los berberechos creo que es el mayor manjar del mundo) y mientras comía me venía todo el rato a la cabeza “ojala que nos sigamos conociendo”… “ojala que nos sigamos conociendo”…

Podía haber sido una confusión pero no, mi vecino era muy consciente de lo que estaba diciendo.
Juan lleva casado desde el pleistoceno con la señora Antonia. Entre los dos cuidaron hasta el final de los padres de él, de los padres de ella y además  sacaron adelante a sus cuatro  hijos. Juan ya peina muchas canas. Antonia algunas menos. Viven solos y así como Juan sale a andar, a la piscina, a ver a los nietos o a hacer compras, Antonia sale muy poco y cuando lo hace, lo hace acompañada.

Algún día que nos hemos encontrado Juan me ha contado que Antonia anda muy despistada, que se está haciendo mayor y que se le olvidan las cosas. Que anda preocupado por ella y que la vida se va sin que te des cuenta. Que va tan rápido que de repente un día te miras en el espejo y ves que el hombre que eras, ya no es más que un viejo que no interesa a nadie…

A los pocos días volví a coincidir con Juan y con la Señora Antonia en el portal. Yo me acerqué a ella para felicitarle el año y cuando me miró me brindó una gran sonrisa y me abrazó mientras me decía: ¡Pilar has venido!, ¿Cuánto tiempo te vas a quedar?

Yo le devolví (como no) el abrazo y le seguí la corriente: Antonia ¿Cómo no iba a venir mujer? ¡ya estoy aquí!

Al separarnos miré a Juan. El me miraba con unos ojos de pr
ofundísima tristeza y me sonreía agradeciendo mi complicidad. Después cogió a Antonia de la mano y con todo el cariño del mundo le dijo: Antonia vámonos a casa, se hace tarde.

Me quedé helada. La señora Antonia ya no me conocía…pero ni a mí ni a muchas de las personas de su entorno.  Se había demenciado. Mierda.

 Y fue entonces cuando yo me despedí diciendo: adiós Juan y ójala que nos sigamos conociendo…


En España hay 1.200.000 personas que sufren Alzheimer, además de las que sufren otros tipos de demencias. (el Alzheimer acapara  entre el 60% y 70% de los casos de demencia)


Ojala que el 2015 sea un año (ya no feliz) tranquilo para ellas y para todas las personas que las cuidan.


Os dejo con un video en el que un hijo cuenta de forma muy natural y serena cómo vive la demencia  (de y con)  su padre. (muy recomendable)