La situación más grave y absolutamente denunciable es la
violencia e inseguridad extrema que las personas educadoras, integradoras y
trabajadoras sociales estás sufriendo en los pisos tutelados y centros de acogida de menores y
jóvenes en riesgo.
Estos centros están diseñados, en teoría, para ser espacios
de protección, recuperación y oportunidades.¿Perdonaaaaaaa?
Su objetivo (tururu) es
ofrecer una segunda oportunidad y un crecimiento sano y seguro a jóvenes que han
sufrido abandono, maltrato y negligencia familiar.
Sin embargo, lo que
reflejan las denuncias de los profesionales es una realidad muy diferente y a la
que no se le está haciendo caso por parte de las instituciones.
Bueno, como no
se le está haciendo caso a tantas y tantas cosas...
Estos son algunos de los
puntos más destacados del análisis que hacen los y las educadoras de los
centros.
Agresiones Diarias e Impunidad: el personal educador está viviendo constantemente bajo el miedo de la violencia física y psicológica, pero lo más
grave es la sensación de “aquí no pasa nada” que acompaña a estas agresiones.
Miren ustedes, hasta dónde yo sé, sufrir violencia no debe ser parte de ningún
trabajo ni creo que esté dentro de las funciones de nadie.
Sufrir violencia en cualquiera de sus formas, es una vulneración inaceptable del derecho a la seguridad
y la integridad física de los y las trabajadoras, creando un ambiente de miedo
paralizante que mina la capacidad de ejercer la labor, nada menos de
acompañamiento a personas jóvenes que emocionalmente están rotas y no entienden
que pintan en esta sociedad.
La Fragilidad del Sistema: el
asesinato de la compañera de Badajoz el pasado marzo a manos de jóvenes
tutelados, pone de manifiesto que los protocolos están fallando.
¿Cómo podemos
esperar que las personas educadoras trabajen en un entorno terapéutico si no se
les garantiza que volverán a casa sanos?, ¿si son ellos los que necesitan
terapia para soportar las jornadas laborales?
La "Puta Guerra" y la Fatiga de la
Empatía: Los propios profesionales describen su trabajo cotidiano como una
situación de guerra o una olla a presión.
Estas quejas evidencian la falta de
personal, de protocolos de seguridad eficaces y de recursos especializados para
abordar el profundo trauma y las necesidades de salud mental complejas que
presentan muchos de estos y estas jóvenes.
Las personas que trabajan en centros con
menores saben que los y las jóvenes que llegan a estos centros son muy vulnerables y arrastran secuelas emocionales muy graves.
Si el entorno que debe
sanar, ofrecer estabilidad y enseñar el respeto a las normas es, en sí mismo, un
foco de conflicto, violencia y miedo, su camino hacia la integración se vuelve casi
imposible.
Estamos fallando a quienes deberíamos proteger, revictimizándolos al
confirmarles que incluso la "protección" oficial es un lugar inseguro y la
violencia aprendida, se reproduce en el centro. Sin que ocurra nada.
El trabajo de integración,
educación y acompañamiento solo puede llevarse a cabo en un entorno seguro, con
supervisión clínica y apoyo administrativo adecuado.
Al no garantizar la
seguridad de los educadores, el sistema los condena a la frustración, al
agotamiento y lo que es peor, a tener que centrar su trabajo en la contención
física en lugar de en la educación y la terapia.
Se les exige ser "superhéroes"
sin herramientas.
Además, y como está requeteclaro, la financiación y la
dotación de estos centros no es una prioridad electoral.
(Ni lo será)
Este abandono económico
se traduce en la escasez de terapeutas, psiquiatras y mediadores especializados,
dejando a los y las educadoras de base solas para gestionar crisis que exceden con
mucho su formación y capacidad.
La inversión en estos centros significa invertir
en la prevención de la delincuencia y en un futuro mejor para todos pero actualmente,
esa inversión es clarisisiissimamente insuficiente.
Desde aquí mi escoba y yo, hacemos un llamamiento
urgente a las administraciones (que nadie nos van a escuchar pero que no sea
porque no lo intentamos):
Señores de los gobiernos, dejen de hacer el idiota jugando al "tú más" y estén a lo que importa, que este pais se nos va a la mierda.
Se necesita más personal, más formación en gestión de crisis y una inversión real
para que estos lugares sean espacios de confianza y esperanza, no de grima y miedo.
La
seguridad de nuestros y nuestras educadoras es la seguridad de nuestro futuro
social, y la única forma de romper el ciclo de la violencia.
He dicho.
Os dejo el enlace a un video donde Victor Nieto nos cuenta qué es un centro de menores y sus tipos.
¡Muy recomendable!