
Han vivido siempre en una casita
de planta y piso con sus escaleras, sus puertas pequeñas, su baño reducido…
Cada noche, cuando Candela llega
a su casa tras pasar todo el día en el hospital, se planta en la puerta de la
que ha sido su casa durante más de 60 años…y llora. Llora porque sabe que Pablo
no puede volver a esa casa tal como está (ni la silla cabe por las puertas, ni
cabe en el baño, ni puede subir las escaleras para ir a la cama, ni un largo
etcétera de cosas). Llora porque el dinero que tenían se lo han ido dando a sus
cinco hijos y ahora si se meten en obras para adaptar la planta baja se van a
quedar muy justitos de dinero. Porque no está preparada para dejar su casa y
comenzar a vivir en otro entorno. Porque Pablo vuelve con el alta pero bien
sabemos todos que a partir de ahora esto se convierte en un ir y venir de
hospitales y ambulancias. Porque su compañero de vida cada día tiene menos
ganas de seguir luchando. Porque después de criar a sus cinco hijos, cuidar a
su madre hasta el final y también a su suegra, lejos de poder descansar ¡¡que
tiene 80 años!! ahora va a tener que cuidar y ver como se apaga el hombre de su
vida. Por todo eso llora…
En fin. Pero Candela tiene cinco
hijos que se están dejando el alma buscando soluciones para la obra, para una
estancia corta en algún sitio adaptado mientras dura la obra, alternativas para
que no estén solos y alguien les ayude (los hijos viven fuera casi todos), soluciones
económicas… Y los hijos dicen que no es fácil, que no están preparados para
reaccionar tan rápidamente ante una situación que, aun sabiendo que tendría que
llegar, como Pablo era de hierro y Candela de “otra pasta”,
no era prioritaria. Hasta ahora.
Y a lo que voy: con lo difícil
que les está resultando a los hijos encontrar soluciones y eso que es gente resolutiva
y además están unidos, me pregunto como sería la situación si Candela estuviera
sola. Si tuviera que afrontar esta situación sin ayuda.
“Tenga usted a su marido señora. Le
damos de alta, buenos días”. Glup…
Digo yo que los servicios
sociales hubieran entrado en acción, pero claro para eso, alguien debe decirle
a Candela que existe una cosa que son los servicios sociales ¿no?

Creo que casi todos, hasta mi
escoba, tenemos una cuenta pendiente con nuestra propia vejez. No la
preveemos. Nos preocupamos demasiado por
el futuro a corto plazo y nos olvidamos de qué tenemos que llegar a mayores y
que cuando eso suceda, nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestra mente, no estará
para obras…
Como decía el Principito, el de
Saint Exupery, no el hijo de su majestad (el señor de los elefantes), vayamos
preparando nuestro corazón para lo que venga.